Emily in Paris, el “cuento de hadas” mal contado de las Relaciones Públicas

Por Diana Alarcón Elizondo
Twitter: @dianapat23

La segunda temporada de la serie Emily in Paris se estreno el 22 en diciembre por Netflix. Y es que si la primer temporada nos dejó en ascuas, con demasiadas preguntas e hilos sin resolver, la segunda entrega no es la excepción, y en materia de Relaciones Públicas nos ha dejado mucha tela de dónde cortar.

La serie y la vida de Emily in Paris es el sueño dorado de muchos marketeros, community managers y pi-ars. ¿Quién no querría ir así de glamoroso a la oficina con su café y croissant en mano? ¿Quién no quisiera llegar al trabajo caminando por el Río Sena o irse de fin de semana a Reims para ver como se hace el champagne?

Si bien en el terreno de la comunicación, el marketing y las Relaciones Públicas hay algo de cierto, no olviden que esta y la mayoría de las series nos comparten un mundo lleno de fantasía, en ese que todos quisiéramos vivir. Eso sí, cada cosa que pasa en Emily 1 y 2 a veces la entendemos tan bien, que a veces nos dan ganas de llamarle a Emily a su celular o mandarle un DM para decirle “amiga date cuenta”, “amiga te ayudo”, “amiga, esto va por aquí”. Cada capítulo se ve tan glamoroso (y la mayoría del tiempo sí que lo es), y tan sencillo, que si entiendo por qué todo mundo quiere dedicarse a esto.

Esta segunda temporada nos pone a analizar muchos casos y saber que eso no se hace. Por ejemplo, el pensar que solamente las redes sociales son la única herramienta para que de verdad una estrategia de comunicación marche a la perfección, y basan su crecimiento y éxito de la marca solo a través de los nuevos seguidores que llegan, sin hacer otro tipo de análisis o acciones.

Hay otras cosas que son ciertas como el saber que cuando tienes un buen cliente, valorarlo y cuidarlo lo más que se pueda. Ser sensatos y asesorarlos, no decirles que “sí” a todo y darles fundamentos. Evitar enrolarse con ellos de manera personal debería estar escrito en la Constitución, luego pagas el precio muy caro.

El tema es que siempre hay que tratar de ser creativos. Emily siempre se inspira en sus paseos por París, en sus fines de semana con sus amigas, etc. Lo cierto es que en Savoir (la agencia donde trabaja), nunca tienen sus estrategias claras ni definidas. No sé si lo notaron pero nunca planifican, nunca le preguntan al cliente si les parece bien, y solo vemos a Emily publicando en sus redes, sin un visto bueno de por medio. En la serie siempre hemos visto el choque cultural entre Francia y EUA, un gran problema de comunicación y cero corporatividad.

Y por último, dos cositas pero no menos importantes, la ética profesional es algo que no se ve en esta temporada. Una agencia seria no aceptaría a su competencia directa como cliente. ¿Es Emily una millonaria de Chicago? O, ¿por qué con el sueldo de community manager le alcanza para vestirse con esos outfits tan “carísimos de Paris”? ¿Dónde le caben en ese mini depa que comparte con su mejor amiga (la cual sí sabemos que es millonaria pero no lo
aprovecha)? Que alguien me explique por favor.

Lo que sí es que la imagen y estar en los sitios adecuados ayudan mucho. Por lo menos aquí en México con el sueldo de un CM solo alcanza para poder pagar la renta en un depa con 5 roomies en la Juárez y medio vivir con sopitas Maruchan y un café soluble, en serio no inventen (de nuevo).

En fin, si te dedicas a esto de la comunicación, ve “Emily in Paris” solo como una serie divertida pero muy mal documentada. Este “cuento de hadas parisino” solo muestra el lado fácil y bonito del marketing y las relaciones públicas.

Para llevar a cabo muchas de las activaciones que se ven en la serie, necesitas (por lo menos en México y supongo que en París) una serie de trámites, permisos, retos y muchos dolores de cabeza, que seguramente te harán querer irte de reversa, vender cocos en Huatulco o proponer otra cosa mas alcanzable y realizable a tu cliente.

Para ser PR se necesitan agallas, y muchas veces “jugar” con los presupuestos más que limitados de los clientes. No te confíes que como en Emily, los presupuestos son libres y que no hay que consultar con el cliente paso a paso, eso no sucede jamás.

Además del tema que nos apasiona, la comunicación, el éxito principal de “Emily in Paris” es llenarnos de comedia romántica, hermosos lugares, moda a más no poder y sobre todo líos amorosos. El último episodio (spoiler alert) nos ha dejado con la duda importante: ¿qué decisión va a tomar Emily? ¿Se queda en París o se regresa a EUA después de que su agencia tronó y el guapo Gabriel regresó como Camille? Seguramente en la tercera temporada lo sabremos, y tendremos muchos más temas de Relaciones Públicas mal ejecutadas para rato.

¡Nos leemos en la próxima columna si Dios, la inspiración, pero sobre todo si mi editor que ya debe estarse poniendo al día con “Emily in Paris 2” después de leer esta columna, me lo permiten!

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